DEFINICIÓN
La microbiota intestinal, también conocida como flora intestinal o microbioma intestinal, se refiere a la comunidad diversa de microorganismos que habitan en el tracto gastrointestinal de un organismo, en este caso, en los caninos.
La microbiota intestinal en los caninos es esencial para su salud y bienestar. Está compuesta por una variedad de microorganismos, incluyendo bacterias, virus y hongos. Estos microorganismos desempeñan roles importantes en la digestión, la síntesis de vitaminas, la protección contra patógenos y la regulación del sistema inmunológico.
Algunas de las bacterias más comunes que se encuentran en el tracto gastrointestinal de los perros incluyen Lactobacillus, Bifidobacterium, Escherichia coli y Enterococcus, entre otras.
La composición de la microbiota intestinal puede variar entre diferentes perros y está influenciada por diversos factores, como la dieta, la edad, el estado de salud y el entorno en el que viven. Una dieta equilibrada y nutritiva es fundamental para mantener una microbiota intestinal saludable en los caninos.
Un desequilibrio en la microbiota intestinal, conocido como disbiosis, puede causar problemas gastrointestinales en los perros, como diarrea, estreñimiento, flatulencia y otros trastornos digestivos. En tales casos, puede ser necesario un tratamiento veterinario que incluya cambios en la dieta, suplementos probióticos y otras intervenciones para restaurar el equilibrio adecuado de la microbiota intestinal.
MICROORGANISMOS QUE LA COMPONEN
A continuación, se describen algunos de los grupos de microorganismos más comunes en la biota intestinal de los caninos:
Bacterias: Las bacterias son el grupo predominante en la microbiota intestinal canina. Algunas de las bacterias más comunes incluyen:
Firmicutes: Son un grupo de bacterias que incluyen géneros como Lactobacillus, Streptococcus y Clostridium.
Bacteroidetes: Otro grupo importante que incluye géneros como Bacteroides y Prevotella.
Proteobacteria: Incluye géneros como Escherichia coli y Salmonella.
Actinobacteria: Incluye géneros como Bifidobacterium.
Fungos y levaduras: Aunque en menor proporción que las bacterias, también pueden encontrarse hongos y levaduras en la microbiota intestinal de los perros. Géneros como Candida y Saccharomyces son ejemplos comunes.
Virus: Aunque son menos estudiados en comparación con las bacterias y otros microorganismos, ciertos virus también pueden estar presentes en la microbiota intestinal canina. Algunos bacteriófagos (virus que infectan bacterias) pueden interactuar con las bacterias intestinales.
Es importante tener en cuenta que la investigación sobre la microbiota intestinal en caninos está en constante evolución, y los estudios actuales continúan revelando información valiosa sobre la diversidad y función de estos microorganismos en la salud de los perros.
CAUSAS DE ALTERACIONES EN LA MICROBIOTA
Para abordar las alteraciones en la microbiota, es importante identificar y tratar la causa subyacente, además de considerar intervenciones como cambios en la dieta, probióticos y otros tratamientos específicos.
Dieta inadecuada o cambios en la dieta:
La alimentación con dietas desequilibradas, pobres en fibra, ricas en grasas o con exceso de ciertos ingredientes puede afectar negativamente la composición de la microbiota intestinal.
Uso de antibióticos:
Los antibióticos pueden eliminar tanto las bacterias patógenas como las beneficiosas en el tracto gastrointestinal, lo que puede alterar el equilibrio de la microbiota. La administración inadecuada o prolongada de antibióticos puede causar disbiosis.
Infecciones y enfermedades gastrointestinales:
Infecciones bacterianas, virales, parasitarias o fúngicas en el tracto gastrointestinal pueden alterar la microbiota intestinal. Las infecciones gastrointestinales pueden cambiar la composición y la función de la microbiota de manera temporal o persistente.
Enfermedad inflamatoria intestinal (EII):
La EII es un término que engloba a la colitis y la enfermedad de Crohn en humanos, así como a la enfermedad inflamatoria del intestino delgado en caninos (enteropatía inflamatoria). Estas enfermedades inflamatorias pueden desencadenar una respuesta inmunológica anormal y alterar la microbiota intestinal.
Estrés crónico o situaciones traumáticas:
El estrés crónico o situaciones traumáticas pueden afectar negativamente la microbiota intestinal. El estrés puede alterar la motilidad gastrointestinal y la respuesta inmunológica, lo que a su vez afecta la composición de la microbiota.
Enfermedades sistémicas o crónicas:
Enfermedades crónicas como enfermedad inflamatoria intestinal (EII), diabetes, insuficiencia renal, trastornos hepáticos u otras enfermedades pueden afectar la composición y la función de la microbiota intestinal. Las enfermedades inflamatorias intestinales (EII) en caninos son trastornos crónicos del tracto gastrointestinal que involucran inflamación en el intestino. Estas condiciones pueden afectar tanto el intestino delgado como el intestino grueso. Las dos principales formas de EII en perros son la enfermedad inflamatoria intestinal (EII) y la colitis crónica. A continuación, se describen estas condiciones y sus características:
Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII):
La EII en caninos es una afección crónica y recurrente que afecta tanto al intestino delgado como al intestino grueso. Puede incluir la enteropatía inflamatoria, que es la forma de EII que afecta predominantemente al intestino delgado.
La EII suele tener una naturaleza idiopática, es decir, se desconoce la causa exacta. Sin embargo, factores como la respuesta inmunológica inapropiada, predisposición genética, respuesta anormal a la microbiota intestinal y factores ambientales pueden contribuir a su desarrollo.
Los síntomas comunes incluyen diarrea crónica, vómitos, pérdida de apetito, pérdida de peso, letargo y, en algunos casos, sangre en las heces.
El diagnóstico suele realizarse mediante análisis de sangre, análisis de heces, endoscopia, biopsia y pruebas de imagen.
Colitis Crónica:
La colitis crónica es una inflamación crónica del colon o intestino grueso. Puede ser una forma de EII o una afección independiente.
La colitis crónica se caracteriza por diarrea crónica, presencia de sangre en las heces, tenesmo (esfuerzo constante por defecar), aumento de la frecuencia de las deposiciones y dolor abdominal.
Las causas pueden incluir trastornos autoinmunes, alergias alimentarias, infecciones persistentes, enfermedades parasitarias y trastornos metabólicos.
Pancreatitis:
La pancreatitis es la inflamación del páncreas y puede causar trastornos gastrointestinales en los perros. Esta afección puede afectar la digestión y, por ende, la composición de la microbiota intestinal.
Insuficiencia pancreática exocrina (IPE):
La IPE implica una incapacidad del páncreas para producir enzimas digestivas en cantidad suficiente. Esto afecta la digestión de los alimentos y puede tener un impacto en la composición de la microbiota intestinal.
Enfermedad hepática:
Las enfermedades hepáticas pueden afectar la función hepática y la producción de bilis, lo que puede alterar la digestión y, en última instancia, la microbiota intestinal.
Enfermedades del tracto gastrointestinal superior:
Afecciones como la gastritis, esofagitis, úlceras gástricas y megaesófago pueden afectar la función digestiva y, por lo tanto, la microbiota intestinal.
Síndrome del intestino irritable (SII):
El SII es un trastorno funcional del intestino que puede afectar la motilidad y la sensibilidad gastrointestinal, lo que puede tener un impacto en la composición de la microbiota.
Alergias alimentarias:
Las alergias alimentarias pueden desencadenar trastornos gastrointestinales y cambios en la microbiota intestinal como parte de la respuesta inmunológica del organismo.
Intoxicación alimentaria:
La ingestión de alimentos contaminados o tóxicos puede causar enfermedades gastrointestinales agudas en los perros, lo que altera temporalmente la composición de la microbiota.
Obstrucción gastrointestinal o cuerpos extraños:
La presencia de obstrucción gastrointestinal o cuerpos extraños puede afectar la motilidad intestinal y causar trastornos gastrointestinales.
Es importante recordar que las enfermedades gastrointestinales pueden variar en gravedad y complejidad. El diagnóstico y tratamiento adecuados, incluida la atención veterinaria, son fundamentales para abordar las enfermedades gastrointestinales y cualquier impacto en la microbiota intestinal de los caninos.
Cambios en el entorno o estilo de vida:
Cambios en el entorno del perro, como mudanzas o cambios en la rutina, pueden inducir estrés y afectar la microbiota intestinal. También, la exposición a ambientes contaminados o a toxinas puede tener un impacto en la microbiota.
Uso de medicamentos y tratamientos médicos:
Además de los antibióticos, otros medicamentos como antiinflamatorios no esteroides (AINE), corticosteroides y quimioterapia pueden afectar la microbiota intestinal.
Ingesta de sustancias tóxicas o contaminantes:
La ingestión de sustancias tóxicas, como productos químicos o alimentos contaminados, puede alterar la microbiota intestinal y causar trastornos gastrointestinales.
El equilibrio de la microbiota intestinal es crucial para la salud digestiva, el sistema inmunológico y el bienestar general de los caninos
CONSECUENCIAS
Inflamación y Respuesta Inmune Desregulada:
Una microbiota desequilibrada puede desencadenar una respuesta inmune inapropiada, causando inflamación en el tracto gastrointestinal. Esta inflamación crónica puede contribuir al desarrollo de enfermedades inflamatorias intestinales, como la enfermedad inflamatoria intestinal (EII) en caninos.
Producción de Toxinas y Metabolitos Nocivos:
Algunas cepas bacterianas pueden producir toxinas y metabolitos que son perjudiciales para la mucosa gastrointestinal. Estos compuestos pueden dañar las células del intestino, provocar inflamación local y aumentar la permeabilidad intestinal.
Competencia por Nutrientes y Espacios:
La microbiota puede competir por nutrientes y espacio en el intestino con las células del huésped. Una microbiota desequilibrada puede dominar y limitar los recursos necesarios para la salud intestinal, afectando negativamente a las células intestinales.
Alteración de la Función de la Barrera Epitelial:
La microbiota tiene un papel importante en mantener la integridad de la barrera epitelial del intestino. La disbiosis puede alterar esta función protectora, permitiendo que sustancias nocivas atraviesen la barrera y provoquen inflamación e irritación.
Activación de Vías de Inflamación:
Ciertos componentes de la microbiota pueden activar vías de señalización proinflamatorias en las células del huésped, desencadenando una respuesta inflamatoria exacerbada en el intestino.
Modificación de la Producción de Ácidos Grasos de Cadena Corta (AGCC):
La microbiota intestinal desempeña un papel en la fermentación de los sustratos dietéticos, produciendo AGCC. Una desregulación en la producción de AGCC puede afectar la salud de la mucosa intestinal y contribuir a trastornos gastrointestinales.
Interacción con el Sistema Nervioso Entérico (SNE):
La microbiota puede comunicarse con el SNE, también conocido como «cerebro del intestino», a través de la microbiota-intestino-cerebro. Esta comunicación bidireccional puede afectar la función gastrointestinal y la respuesta a enfermedades intestinales.
Alergias Alimentarias y Sensibilidad a Antígenos:
Una microbiota desequilibrada puede influir en la sensibilidad a ciertos antígenos presentes en la dieta, contribuyendo al desarrollo de alergias alimentarias y trastornos relacionados en el tracto gastrointestinal.
Estos mecanismos ilustran cómo una microbiota intestinal desequilibrada o disbiosis puede desempeñar un papel en la patogénesis y el desarrollo de enfermedades gastrointestinales en los caninos. La comprensión de estos mecanismos es fundamental para el diseño de estrategias terapéuticas destinadas a restaurar y mantener un equilibrio saludable en la microbiota intestinal.
En resumen, las disbiosis, agudas y crónicas, pueden variar en gravedad y manifestaciones clínicas, y pueden afectar la salud en general y la función del tracto gastrointestinal. Pueden incluir diarrea, vómitos, dolor abdominal, flatulencia, distensión abdominal y malestar general. Después de una infección intestinal, la disbiosis posinfecciosa puede contribuir a la persistencia de síntomas como diarrea crónica y alteraciones en los patrones de defecación.
Pueden surgir infecciones secundarias debido a la eliminación de microorganismos beneficiosos, y puede haber un aumento en la resistencia antibiótica.
Una dieta desequilibrada puede llevar a un aumento de enfermedades metabólicas como la obesidad, la diabetes y la resistencia a la insulina.
La disbiosis puede contribuir al empeoramiento de síntomas en enfermedades autoinmunes al afectar la respuesta inmunológica y la inflamación.
Es importante recordar que cada individuo puede experimentar los efectos de la disbiosis de manera diferente, y que la gravedad y las manifestaciones clínicas pueden variar según factores como la salud previa, la genética, la dieta y otros hábitos de vida. La identificación temprana y el manejo adecuado de la disbiosis son esenciales para mitigar sus efectos adversos en la salud y promover el bienestar gastrointestinal.
MÉTODOS DE DIAGNÓSTICO
Para evaluar el microbioma intestinal en perros, se utilizan varios métodos que permiten analizar la composición, diversidad y función de la microbiota presente en el tracto gastrointestinal.
Aquí se describen algunos de los métodos comunes utilizados para estudiar el microbioma intestinal en perros:
Secuenciación de nueva generación (NGS):
Secuenciación de amplicones: Es un método comúnmente utilizado para analizar la composición de la microbiota intestinal. Se amplifican y secuencian regiones específicas del ADN bacteriano (por ejemplo, el gen 16S rARN) para identificar y cuantificar las diferentes especies bacterianas presentes en la muestra.
Metagenómica: Permite secuenciar y analizar todo el ADN presente en una muestra, incluyendo genes de bacterias, virus, hongos y otros microorganismos. Proporciona información detallada sobre la diversidad y funcionalidad del microbioma.
Metabolómica: Analiza los metabolitos producidos por la microbiota intestinal. Proporciona información sobre las sustancias químicas producidas por las bacterias y su relación con la salud del huésped.
Metatranscriptómica y metaproteómica: Estudia la expresión génica (transcriptómica) y las proteínas (proteómica) producidas por la microbiota intestinal. Estos métodos ayudan a comprender las funciones activas de la microbiota y su interacción con el huésped.
PCR en tiempo real (qPCR):
Se utiliza para cuantificar la cantidad de ADN de bacterias específicas en una muestra, lo que permite evaluar la presencia y la abundancia de microorganismos específicos en el tracto gastrointestinal.
FISH (Hibridación in situ con fluorescencia):
Utiliza sondas específicas de ADN para identificar y cuantificar bacterias específicas en muestras de tejido intestinal. Permite la observación directa de las bacterias presentes.
Cultivo de bacterias:
Aunque menos utilizado en comparación con los métodos de secuenciación, el cultivo bacteriano tradicional aún se usa para aislar y caracterizar bacterias específicas presentes en la microbiota intestinal.
El cultivo de materia fecal es una técnica que implica el crecimiento y aislamiento de microorganismos presentes en muestras de heces de caninos. Aunque puede proporcionar información valiosa sobre la composición bacteriana, no es la técnica más adecuada para detectar disbiosis o desequilibrios en la microbiota intestinal, ya que muchas de las bacterias presentes en el tracto gastrointestinal no se cultivan fácilmente en laboratorio.
Para evaluar la disbiosis en la microbiota intestinal de caninos, se prefieren técnicas de biología molecular como la secuenciación de nueva generación (NGS) o la reacción en cadena de la
polimerasa (PCR). Estas técnicas permiten identificar y cuantificar una amplia variedad de microorganismos presentes en la muestra, incluidos aquellos que son difíciles de cultivar.
Sin embargo, si por alguna razón se decide utilizar el cultivo bacteriano de heces, aquí hay pasos generales para realizar la técnica:
Recolección de la Muestra:
Se recoge una muestra fresca de heces del canino en un recipiente estéril. La muestra debe ser lo más representativa posible de la microbiota intestinal.
Preparación de Medios de Cultivo:
Se preparan diferentes medios de cultivo selectivos que fomenten el crecimiento de ciertos grupos de bacterias y restrinjan otros. Por ejemplo, medios para bacterias aeróbicas y anaeróbicas.
Inoculación de Muestras:
Se inoculan las muestras de heces en los medios de cultivo preparados de manera adecuada, utilizando técnicas asépticas para evitar la contaminación.
Incubación:
Las placas o tubos de cultivo se incuban a temperaturas y condiciones adecuadas para permitir el crecimiento de las bacterias presentes.
Identificación y Caracterización de Colonias:
Después de la incubación, se observan y se caracterizan las colonias bacterianas que han crecido. Esto puede incluir su forma, color, tamaño y otras características.
Pruebas Bioquímicas:
Se pueden realizar pruebas bioquímicas específicas para identificar las especies bacterianas presentes en las colonias aisladas.
Es importante tener en cuenta que el cultivo de heces tiene limitaciones, ya que muchas especies de bacterias intestinales son difíciles de cultivar en condiciones de laboratorio. Por lo tanto, se recomienda complementar este enfoque con técnicas moleculares más avanzadas Disbiosis del microbioma canino
Análisis de ácidos grasos de cadena corta (AGCC):
Mide la concentración de AGCC en las heces, que son productos metabólicos producidos por la fermentación bacteriana en el intestino. Los AGCC son indicadores de la actividad de la microbiota.
Indice de disbiosis:
Es una medida utilizada para evaluar y cuantificar el desequilibrio o alteraciones en la composición de la microbiota intestinal. Este índice se basa en ciertos parámetros relacionados con la presencia y abundancia de diferentes grupos de microorganismos en la microbiota.
Es importante destacar que no existe un índice de disbiosis universalmente aceptado o estandarizado, ya que la evaluación de la disbiosis puede variar según la metodología utilizada y los criterios de evaluación específicos para cada estudio o investigador. Sin embargo, algunos métodos comunes para calcular el índice de disbiosis pueden incluir:
1) Análisis de diversidad y riqueza taxonómica:
Se evalúa la diversidad de especies y la riqueza taxonómica de la microbiota. Una disminución en la diversidad y riqueza puede indicar una posible disbiosis.
2) Comparación de proporciones de grupos bacterianos clave:Se comparan las proporciones de grupos bacterianos específicos en la microbiota entre individuos sanos y aquellos con afecciones intestinales. Un aumento o disminución significativa en ciertos grupos puede indicar disbiosis.
Radio de Firmicutes/Bacteroidetes:
La relación entre Firmicutes y Bacteroidetes, dos grupos bacterianos importantes, puede ser un indicador de desequilibrio en la microbiota. Cambios en esta relación pueden estar asociados con trastornos gastrointestinales.
Predicción funcional del microbioma:
Se evalúan las funciones metabólicas y biológicas esperadas de la microbiota a través de técnicas de predicción funcional basadas en datos de secuenciación.
Evaluación de metabolitos fecales y ácidos grasos de cadena corta:
Se examinan los metabolitos producidos por la microbiota en las heces, como los ácidos grasos de cadena corta, para evaluar la función metabólica y la salud de la microbiota.
Parámetros clínicos asociados:
Se pueden incorporar parámetros clínicos como la presencia de diarrea, inflamación, presencia de sangre en las heces y otros síntomas relacionados con el tracto gastrointestinal.
Estos métodos proporcionan información valiosa sobre la composición y función del microbioma intestinal canino, permitiendo comprender su papel en la salud y enfermedad de los perros. Es importante elegir el método o combinación de métodos adecuados según los objetivos de la investigación.
PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO
De lo expuesto anteriormente, se desprende que un intestino sano REDUCIRÁ FACTORES DE RIESGO METABÓLICOS TALES COMO DIABETES, PANCREATITIS Y ENFERMEDADES HEPÁTICAS, entre otras. Por lo cual es sumamente importante prevenir la aparición de disbiosis, prestando atención al tipo de dieta implementada, ejercicio, tratamiento prolongado con antibióticos y reparación de todas aquellas posibles causas que nos lleven a enfermar crónicamente el aparato gastrointestinal.
TRATAMIENTO
Cambio de dieta
Una dieta de elevada digestibilidad implica menor cantidad de sustratos residuales disponibles para el sobrecrecimiento bacteriano
Una dieta de eliminación (con proteína novel o hidrolizada) suprime la presencia de antígenos alimentarios en caso de existir una enfermedad inmunomediada subyacente.
Agregado de Prebióticos y fibras permiten el crecimiento de bacterias beneficiosas, ya que los prebióticos se convierten en AGCC y las fibras quelan metabolitos bacterianos nocivos. Las fibras solubles y fermentables pueden causar flatulencias y diarrea al principio. Los probióticos pueden mejorar la función barrera inmunomoduladora. Los efectos secundarios son raros pero muchas veces no está claro qué cepa sería la mejor para cada paciente
No todos los pacientes responden igual al cambio de dieta, si se observan contraindicaciones digestivas, quizás sería más útil una inoculación de materia fecal. Téngase en cuenta que los estudios sobre microbiota llevan sólo una década, por lo cual se debe ser cauteloso en el tratamiento ya que aún queda mucho por investigar.
Los cambios en la dieta deben ser siempre la primera opción en pacientes estables. En varios estudios se ha demostrado que entre el 50 y el 70% de los perros con disbiosis responden a estrategias nutricionales básicas, siendo las dietas de elevada digestibilidad, con proteína novel o hidrolizada, las utilizadas con más frecuencia. La mayoría de estas dietas son hipoalergénicas y al ser muy digestibles reducen la cantidad de nutrientes no digeridos en la luz gastrointestinal, disminuyendo la posibilidad de sobrecrecimiento bacteriano. En la mayoría de las enteropatías que responden a la dieta, solo con la modificación nutricional se consigue la remisión clínica y una mejora gradual de la inflamación intestinal y de la disbiosis durante varios meses.
Los probióticos pueden administrarse solos en casos leves o junto con la modificación dietética. Como la concentración bacteriana de cualquier probiótico es pequeña en comparación con la microbiota intestinal existente, el impacto directo en la composición de la microbiota es pequeño. Sin embargo, estas bacterias se adhieren a la mucosa y pueden tener efectos beneficiosos, como una menor duración de la diarrea aguda y la reducción de los efectos secundarios gastrointestinales asociados a los antibióticos, como los vómitos o la diarrea. Se ha demostrado que los probióticos de alta potencia multicepa reducen el número de C. perfringens en perros con diarrea hemorrágica aguda y refuerzan la barrera intestinal en perros. Sin embargo, dada la variedad de productos comerciales sin un control de calidad adecuado, es importante elegir un producto cuya eficacia se haya demostrado en estudios clínicos publicados.
Los prebióticos son carbohidratos no digestibles que favorecen el crecimiento de microorganismos beneficiosos. Se pueden dividir en fibras solubles o insolubles y en fibras fermentables o no fermentables. Los prebióticos fermentables se transforman en AGCC por la acción de las bacterias presentes en el colon. La mayoría de las dietas gastrointestinales comerciales contienen prebióticos y las dietas altas en fibra pueden ser beneficiosas en ciertas enfermedades (p. ej., colitis). La incorporación de psyllium (fibra soluble) en la dieta, a razón de 0,5-1 g/kg de peso corporal al día, puede mejorar la calidad de las heces en animales con enfermedad del intestino grueso. Primero se debe administrar en pequeñas cantidades y después se aumenta progresivamente hasta lograr la consistencia fecal deseada.
Aunque tradicionalmente se ha recomendado el uso de antibióticos como la tilosina o el metronidazol para el tratamiento, actualmente existe controversia sobre su administración como tratamiento de primera línea. A pesar de producirse una mejoría de los signos clínicos, presumiblemente por la reducción de la carga bacteriana, muchas veces se produce una reaparición de los signos tras finalizar el tratamiento, una vez que las bacterias vuelven a desarrollarse, ya que los antibióticos rara vez resuelven el proceso patológico subyacente. Entre las opciones más utilizadas se encuentra el metronidazol (10-15 mg/kg cada 12 h) y la tilosina (25 mg/kg cada 12 h) durante 4-6 semanas, pero como se ha señalado antes, ambos fármacos inducen una disbiosis en el intestino grueso que a veces puede durar meses. En estudios se ha observado que el metronidazol favorece el desarrollo de una disbiosis duradera en perros con diarrea aguda y la amoxicilina-ácido clavulánico puede favorecer un aumento de E. coli resistentes. Generalmente, la antibioterapia no es recomendable como tratamiento de primera línea por varias razones: solo el 10-16% de los perros con EC responden a los antibióticos, la mayoría de ellos recae tras finalizar el tratamiento y los antibióticos afectan negativamente al microbioma. Sin embargo, es una opción que se debe considerar cuando no se obtiene una respuesta satisfactoria con la dieta y el tratamiento antiinflamatorio o en pacientes con signos de inflamación sistémica e invasión y persistencia de bacterias en la mucosa intestinal (p. ej., en la colitis granulomatosa asociada a E. Coli). Un pequeño porcentaje de perros con EC puede no responder a ningún otro tratamiento, en cuyo caso puede ser necesaria la administración de antibióticos a largo plazo, disminuyendo la dosis hasta la mínima efectiva.
El trasplante de microbiota fecal (TMF) puede ayudar a restaurar la microbiota normal y a la mejoría de los signos clínicos en algunos casos de disbiosis. Esta técnica consiste en la transferencia de heces de un donante sano al intestino de un receptor, utilizando cápsulas orales, endoscopia o enemas . En medicina humana, la tasa de éxito del TMF es muy elevada (> 90%) en caso de infección recurrente por C. difficile, pero el éxito en la enfermedad inflamatoria intestinal es más limitado debido a la inflamación crónica subyacente.
Preparación de una muestra para el trasplante de microbiota fecal con heces de un perro donante
El TMF se realiza administrando la mezcla de material fecal al perro receptor en forma de enema, utilizando un catéter y una jeringuilla
El TMF es un tratamiento todavía emergente en veterinaria. En el Recuadro 4 se muestra un protocolo sencillo, aunque hasta la fecha existen pocos casos publicados, y parece que el éxito depende de la enfermedad subyacente. Esta técnica ayuda a restablecer el metabolismo de los ácidos biliares al promover la población de C. hiranonis, por lo que puede ser útil en perros con una conversión anormal por sobrecrecimiento asociado a enteropatógenos como C. difficile o C. perfringens y/o animales con disbiosis inducida por antibióticos y con una lesión subyacente leve de la mucosa intestinal. También se ha demostrado que mejora la puntuación fecal en perros con diarrea aguda y, junto con un tratamiento antimicrobiano estándar, en cachorros con infección por parvovirus y en perros jóvenes con diarrea crónica por una infección confirmada por C. difficile.
Protocolo del TMF mediante enema.
El donante debe estar sano, sin historia previa de enfermedad gastrointestinal o de exposición reciente a antibióticos y no debe tener signos de enfermedad sistémica. Las heces del donante se deben examinar para detectar parásitos y enteropatógenos.
Almacenamiento: las heces pueden ser frescas o mantenerse refrigeradas a 4 ° C en bolsas de plástico hasta una semana. Cuando sea necesario congelar las heces durante más tiempo, se deben mezclar antes con glicerol para conservar las bacterias (10 gramos de heces con 35 ml de solución salina y 5 ml de glicerol, congeladas en alícuotas de 50 ml).
Materiales necesarios: solución de NaCl al 0,9%, catéter de caucho rojo de 12 o 14 F, jeringuilla con punta para catéter de 60 ml, licuadora y heces de donante y lubricante no bacteriostático.
Calcular la cantidad de heces necesaria, aproximadamente 5 gramos por kg de peso corporal
Añadir aproximadamente 60 ml de solución de NaCl al 0.9% a la licuadora e incorporar las heces frescas o congeladas y mezclar a alta potencia hasta licuar las heces sin dejar ninguna parte sólida visible. En perros de gran tamaño puede ser necesario un mayor volumen de solución salina para licuar bien las heces.
Utilizar la jeringuilla para extraer la mezcla y colocar el catéter de caucho. Presionar el émbolo de la jeringuilla hasta que la materia fecal esté en la punta del catéter; así se evita introducir aire en el colon del receptor.
Introducir todo el catéter en el colon y después administrar el enema. No es necesario sedar al receptor.
Después del trasplante, en la medida de lo posible, el perro receptor debe estar en ayunas durante 4-6 horas y sin realizar ninguna actividad para disminuir la posibilidad de evacuación intestinal precoz.
La disbiosis muchas veces es un efecto secundario de la inflamación intestinal y de las lesiones estructurales y, si la patología subyacente no se resuelve, se producirá de nuevo la disbiosis y la aparición de los signos clínicos. Por tanto, la tasa de éxito del TMF es muy variable. En algunos reportes se ha sugerido que la puntuación fecal de muchos perros con EC mejora a los 2-3 días del tratamiento, pero después de unas semanas los perros vuelven a presentar diarrea recurrente. Por tanto, en estos pacientes es necesario instaurar un tratamiento dietético y antiinflamatorio adaptado a la enfermedad subyacente (ver más arriba) y el TMF se considera un tratamiento complementario en pacientes con una respuesta subóptima al tratamiento estándar (p. ej., heces blandas persistentes).
Algunos trabajos hablan sobre el efecto del trasplante de microbiota fecal (TMF) sobre el microbioma intestinal mediante el índice de disbiosis (ID) y de la concentración de C. hiranonis en caninos que no respondieron a otros tratamientos estándar. Tras el TMF, la calidad de las heces mejoró en 2 días. Aproximadamente 45 días después del TMF, la calidad de las heces volvió a empeorar y el ID aumentó, por lo que se realizó un segundo TMF con el que se mejoró la calidad de las heces. Como en muchos perros con disbiosis, la lesión estructural subyacente se mantiene, es frecuente que vuelva a producirse una disbiosis, siendo necesario repetir varias veces el procedimiento.
Siendo que el bioma intestinal ha tomado relevancia en estos últimos años, es necesario que se controlen los caninos afectados, bajo múltiples criterios de diagnóstico tanto clínicos como de laboratorio e imágenes. Los exámenes analíticos irán desde parámetros básicos, como hemograma y química sanguínea hasta análisis de materia fecal, coprocultivo, identificación y cuantificación de flora, y PCR.